jueves, 7 de marzo de 2013

PIOLA-STEINER AL CERVINO. UNA HISTORIA… ¡DE NARICES!







El Cervino aparece, imponente, para desplegar su magia.
Se distingueperfectamente la "Nez de Zmutt"
como una cara, vista de perfil, en el extremo derecho
de la imagen.FOTO: JAUME ALTADILL




Aun a sabiendas de poder resultar pesado, y teniendo claro que un formato de texto largo encaja mejor en un blog (ese que algún día llegará), quiero compartir con vosotros este artículo.

Quienes habéis manifestado gusto por la lectura me habéis espoleado a sacar del cajón esta historia de amistad, superación y aventura. Había pensado escribir, de nuevo, lo que ocurrió a principios de la década de 2000 en esa preciosa montaña, pero al releer lo plasmado no me quedaba nada que añadir, pues lo que ocurrió, y lo que sentí, es lo que aquí aparece.

Sólo puedo hacer una pequeña introducción, al modo en que Mark Twight comenta y disecciona sus artículos del pasado en ese compendio salvaje que es “Besa o Mata”.

Así, y comenzando por el principio, el título es parte de ese juego que, Xavi y un servidor, nos trajimos, y aún nos traemos, con el lugar por el que discurre la ruta en cuestión, la “Nez=nariz” de Zmutt del Matterhorn.

La escalada de la vía Piola-Steiner, completa y expuesta, trajo bajo el brazo la concesión del Piolet de Oro 2001 por parte de la FEDME, pero también otros regalos inesperados.
El premio, además de una geoda de tamaño difícil de alojar en una casa pequeña, llevaba asociada una cantidad económica a la que renunciamos pues queríamos revirtiese en el alpinismo “de base”, en forma de stages para jóvenes, etc… Y precisamente porque la actividad había sido realizada en uno de ellos, donde ejercíamos como asesores e instructores, la Federación lo vio claro y abogó por no compensarnos de ese modo. Aunque personalmente no estaba de acuerdo con esa decisión, pues creía que si el Comité concedía un premio, lo tendría que hacer con todas sus consecuencias y sin “letra pequeña” o, en su defecto, desestimar esa candidatura (conocéis de sobra mi rigor cuando se plantea seguir criterios distintos a los que están escritos ), tenía completamente claro que no podíamos aceptar un dinero que era más útil para promoción y formación, que para compensar unos gastos que, en los Alpes, no son ni mucho menos los que se tienen en expediciones extraeuropeas. 
Pero muchos “espectadores”, y algunos otros candidatos al premio, debieron enfadarse mucho ya que, hablando sin criterio dijeron que con ese dinero y con el que ganaríamos tras la concesión, nos “haríamos ricos”………… .
Perdonad la pausa, se me ha quedado el dedo pegado sobre la tecla del punto mientras me daba un ataque de risa.

También, a la vista de que la vía había sido escalada íntegramente, y la sombra de la duda no planeaba sobre la realización, los detractores prefirieron centrarse en si la ruta tenía calidad, o si yo, miembro del Comité en alguna ocasión anterior (los miembros, salvo ciertos cargos federativos, no eran permanentes, sino convocados anualmente a discreción del presidente de la misma) me había autoconcedido un premio para el que no presenté candidatura alguna (Xavi, ilusionado, fue quien se encargó de un trámite que a mi, tras la intensa vivencia, me sobraba) o había mediado para que nos lo diesen y así poder hacernos… ¡millonarios!

Lo cierto es que pocas veces había visto aflorar tanta miseria en un colectivo donde, a pesar de su escaso tamaño y su pasión –elementos que, sin duda, a lo único que podían contribuir era a unirlo- sólo observé basura y desunión. Llevaba años y años trabajando “gratis”, incluso poniendo dinero de mi bolsillo, o ganando tan poco que para cubrir gastos había que ser economista, que quedé muy impactado. Pero como esa es una historia con la que podríamos estar hasta pasado mañana, continuemos con el Cervino…

En lo que respecta al artículo, nunca obtuvo demasiadas páginas en revistas especializadas, y sólo apareció en alguna versión digital o en un par de hojas recicladas. La cantidad y calidad de las fotos parecía no cubrir los mínimos… Otro punto sobre el que me morderé la lengua, pues la “calidad” de muchos de los reportajes que veo publicados en la actualidad en medios otrora influyentes, tampoco cubre mis mínimos para cambiarlos por euros en ningún quiosco.

Encaminamos nuestros pasos a esa montaña con humildad y a corazón abierto. Todo lo que vivimos como negativo nos fortaleció y reforzó una amistad que, a pesar de no cultivar demasiado, estará ahí para siempre.
Tras esta aventura, Xavi y yo escalamos otras cosas juntos, soñamos e imaginamos proyectos que aún están pendientes pero que, a buen seguro, no tardarán en hacerse realidad.


Si esta historia no ha sido "aireada" más veces, y en voz alta, a pesar de la importancia de un galardón como el Piolet de Oro, no es porque reniegue de ella o guarde un mal recuerdo. Todo lo contrario. Es porque pertenece a una "intimidad" muy secreta. Pertenece a ese rincón maravilloso donde sólo pueden albergarse las cosas que se hacen para uno mismo, no para los demás, y que te forjan como alpinista pero, sobre todo, como persona.


Espero que, a pesar del tiempo que ha mediado, el artículo os guste. Tened la convicción de que, si tuviese que redactarlo de nuevo, las palabras serían parecidas, y los sentimientos… ¡idénticos!

Por supuesto, no es ninguna maravilla de la literatura de montaña, pero se trata de un relato sincero, colmado de sensaciones, que pretende huir del clásico contenido inaccesible para los no practicantes: el grado.




PIOLA-STEINER AL CERVINO. UNA HISTORIA… 

¡DE NARICES! 



En su libro Estrellas y Borrascas, Gaston Rébuffat la definió como "un maravilloso montón de piedras". Y, siendo cierto, eso sólo se nota al mirarla muy de cerca. Desde el valle, la gran mole del Matterhorn es esbelta, gallarda, y merecería, con permiso de otras elevaciones de los Alpes, ser la más alta de la cadena. Rébuffat acertó: es maravillosa; y por ello ha pasado a ser un símbolo, el de la montaña de formas perfectas que da la vuelta al mundo en filmaciones y publicidades, tal vez por su enorme parecido a la montaña que todos dibujamos cuando somos niños. 

Volver a ser un niño


De pequeños soñamos con hacernos mayores y, como en una burla a la vida, al llegar a cierta edad deseamos lo contrario. Nos encantaría evitar el paso del tiempo, en ocasiones incluso volver atrás, pero no queremos desprendernos de lo vivido, de lo aprendido, menos aún de la inocencia. La misma que nos hace seguir siendo niños que se sorprenden con un amanecer; la que nos hace imaginar que cabalgamos aristas, que pisamos la cumbre de una montaña, o aquella que nos hace apasionarnos por algo hasta el extremo de obsesionarnos. 

Jugar a ser alpinista es volver, de nuevo, a ser pequeño. Imaginando que algo es posible y abstrayéndose de la vida diaria, del trabajo, de las presiones, de las obligaciones en forma de hipotecas, letras e impuestos… Igual que esos mocosos que salen de clase con la mente mientras su cuerpo sigue en el pupitre y vuelven a la hora del recreo con nuevas ideas en forma de juegos e ilusiones que compartir. 

Así nos pilló el destino un buen día de enero, sin profesora a la vista, afortunadamente, a los dos críos que éramos Xavi y yo. Un día en que con los ojos muy abiertos y cara de asustados sellábamos el infantil compromiso de jugar al escondite en una pared de mil y pico metros a la que sólo tocaba el sol un ratito al amanecer y otro al atardecer, y de la que un prestigioso alpinista había dicho que era "un montón de piedras". Habíamos soñado un sueño. Faltaba hacerlo realidad.


Clásica o moderna


La cara norte del Cervino, considerada uno de los tres últimos problemas de los Alpes, está limitada por dos impresionantes aristas. Al este se cierra con la ruta normal suiza, "la arista Hörnli", mientras que al oeste la barrera natural es una acrobática cresta llamada "Zmutt". La primera es el objeto de codicia de miles de montañeros y alpinistas que se acercan al Cervino con la intención de pisar su cumbre. La otra no es tan frecuentada, resulta más exigente y sin duda es más salvaje ya que carece del sobreequipamiento de la Hörnli. 

Ubicada en la cara norte, y separada de la arista por anoréxicos hilos de hielo en comparación con la enorme pared de roca, emerge la Nez de Zmutt. Una vista al Cervino desde el ángulo adecuado bastará para corroborar por qué razón se llama Nez=nariz. Y como cualquier nariz tiene techos, desplomes y pendientes. De hecho, si nos ponemos estrictos, sólo le faltan las fosas en forma de dos graciosos agujeritos. 

La Nez es la parte más salvaje, comprometida y difícil de la montaña, tres características perseguidas por los alpinistas más inquietos. A pesar de ello, pero contando que algunos ya habían puesto su mirada en este espectacular bastión, la nariz no había sido escalada o intentada por nadie de nuestras tierras. Eso nos condujo a clasificarla de forma muy particular y subjetiva como un reto pendiente del alpinismo español y, sin que fuera la razón principal de nuestra motivación, se mostraba como un aliciente. 

Hablar de Nez de Zmutt es hablar de una de sus rutas más emblemáticas: la "Cerrutti-Gogna", trazada valientemente por los dos alpinistas italianos del 14 al 17 de julio de 1969. Era nuestra propuesta inicial: escalar la nariz por una ruta larga, compleja y variada, con dificultades en roca, en hielo y en mixto. Para ello esperaríamos buenas condiciones durante el stage de verano para jóvenes alpinistas que organizaba el GAME en el Valais y, aunque sabíamos que era difícil que la semana programada coincidiese con la de buen tiempo, nuestra ilusión crecía. 

Paralelamente estudiábamos croquis y otras posibilidades en la nariz. Yo llevaba mucho tiempo mirando la "Piola-Steiner" de la que decían que tenía buena roca, o al menos todo lo buena que puede ser en alguna parte del Cervino. Trazada en 1981 es de corte algo más moderno que la "Cerrutti…" y se apellida "Superdirecta", algo que personalmente me excita si hablamos de una gran ruta y una gran pared. 

Ahora sólo teníamos que decidirnos por la clásica o la moderna. Los argumentos de calidad de roca, linealidad del trazado y cierta modernidad, unidos al sello que Piola deja en todas sus vías, convencieron rápidamente a Xavi. Quedaba ir a Suiza y, tras preparar el material, ponerse bajo la pared, respirar profundamente y atreverse a dar el primer paso.


Encendedores antiviento


A finales de julio estábamos buscando una sombra bajo la que escondernos en el soleado camping de Visp. El termómetro de la furgoneta marcaba 40 grados. No queríamos dejar nada al azar en la preparación del equipo, pero llenar la mochila de "por si acasos" significaba más peso y esa consiguiente ralentización del avance que puede implicar mayores riesgos. En lugar de dos cartuchos de gas de 250 gramos sólo llevaríamos uno; en lugar de saco de dormir ligero una funda de vivac, sólo una cuchara y una pequeña navaja como cubertería, una única cacerola que también haría las veces de taza… 

Habíamos planteado la posibilidad de llevar un pequeño petate para izar en la parte desplomada, pero valoramos la comodidad de transporte en la espalda de un elemento que se arrastraría por la pared durante 400 metros y se llevaría sobre los hombros durante otros 800, a los que se sumaría la aproximación y un largo descenso. Lo descartamos, pero si volviésemos a esa pared sin duda llevaríamos uno extremadamente ligero u otro transformable en mochila, aunque de características todavía difíciles –que no imposibles- de encontrar en el mercado. 

Los encendedores son una parte fundamental del equipo cuando se vive en pared y no escatimaríamos llevar una buena cantidad. Bueno, eso pensábamos hasta que enseñé a Xavi mi maravilloso encendedor antiviento. Fueron tantas mis alabanzas al aparato que mi compañero dejó todos los que había cogido, a excepción de uno. Yo, por seguridad, llevé otro que no volvió a aparecer en toda la vía y, a día de hoy, tampoco sé dónde está. La realidad es que el mechero antiviento, no sabemos si a causa de la presión o Dios sabe qué, no funcionó hasta que volvimos al camping. Puede decirse sin rubor que nos salvó la vida el de Xavi que, por razones también desconocidas, se quedó sin gas. Su escuálida chispa hizo reír en muchas ocasiones al hornillo, que vomitaba combustible a los cuatro vientos. La carga mermaba sin parar y se agotaba a la misma velocidad que nuestras esperanzas por salir sanos y salvos de la pared. Pero esa historia vendrá luego. 



El primer día


Partimos en tropel hacia el refugio de Hörnli, acompañados por algunos de los jóvenes del stage que tienen objetivos alpinísticos variados. Nuestros amigos Jordi Corominas y Carles Gusi también se animan y ponen rumbo al Cervino con intención de escalar la clásica "Schmid" de la cara norte. En el refugio parecemos unos turistas más, que piensan subir al Matterhorn por su vía normal, y se nos trata con ese desprecio al que ya estamos acostumbrados los que visitamos las montañas suizas con frecuencia. Ponemos el despertador a la 1 de la noche (nada de madrugada, pues a esas horas nadie… madruga, ¿verdad?) y poco después del desayuno nuestras frontales parpadean por el glaciar. Nos separamos y, ya sólo junto a Xavi, me sirvo de la huella que dos días antes ha trazado Patrick Gabarrou, quien en mitad de la noche nos sigue a gran velocidad. No lleva mochila, pues ha aprovechado su viaje anterior para dejarla en la rimaya. Su objetivo: realizar una primera en compañía de su simpático amigo italiano César, comenzando a la izquierda de la "Piola…" para cruzarla cuando ésta alcanza la roca, y salir a su derecha por la parte desplomada de la pared, justo a la izquierda de "Aux amis disparus", otro itinerario rubricado por Patrick. 

La llegada a la rimaya es desoladora. En dos días todo ha cambiado. La nieve ha caído a causa del intenso calor enterrando la mochila de Gabarrou quien, en un primer momento, piensa que se la han robado. Comienza a cavar mientras nosotros atacamos la rimaya, en primera instancia difícil y expuesta, para después ganar las pendientes de 60º. Una primera reunión en la segunda rimaya nos sirve para cambiar de líder y escuchar los gritos de júbilo de la cordada franco-italiana, que por fin encuentra sus pertrechos. 

Escalar de noche tiene una magia especial. Reina un extraño silencio que pone alerta los sentidos vigilando posibles avalanchas y desprendimientos. Tramos ensamble dan paso a un largo de hielo y mixto. El amanecer nos caza en la goulotte cuyo largo más tieso escala Xavi con esa maestría que le caracteriza. Un nuevo largo, todavía mantenido, nos deja en una repisa protegida de las avalanchas por unos techos. Ahora la ruta va en diagonal a la izquierda, pretendiendo alcanzar las líneas blancas que fugan hacia los desplomes de roca.



Xavi Mètal observa el "desayuno" desde el primer vivac. FOTO: J.I. GORDITO




Atención: aerolitos


La diagonal de nieve está justo en la vertical de la parte alta de la arista Zmutt y del lugar que canaliza todos los desprendimientos de la parte derecha de la pared, de corte marcadamente glaciar y mixto. Xavi se encuentra en su zona más expuesta cuando un enorme desprendimiento de decenas de piedras surge de la nada. Los seguros que median entre él y la reunión se reducen a uno, colocado justo a la salida de la misma para rebajar el factor. Sujeto la cuerda entre mis manos esperando que en cualquier momento una roca alcance a mi compañero y caiga violentamente. La avalancha cesa y sólo queda pensar que dentro de las mochilas hemos introducido, además de material para vivac, una enorme cantidad de suerte. Desmonto la reunión y salgo a toda velocidad para evitar que Xavi se detenga en el centro de la diana. La tensión es muy alta: si se produjese una nueva avalancha podría arrastrar a toda la cordada. Alcanzamos un lugar protegido en unos afloramientos de roca y dejo que Xavi se relaje. Tras unos 100 metros de nieve y hielo estaremos a pie de la sección de roca, resguardados por enormes desplomes y, posiblemente, más seguros. 

La transición entre la roca y el hielo fue el lugar escogido por los aperturistas y algunos de los escasos repetidores para emplazar el primer vivac. Nosotros, al considerar que vamos bien de tiempo, preferimos continuar un poco más, deseando completar los aproximadamente cinco largos que llevan a la segunda repisa. 

Encontrar los primeros diedros no es tan evidente. A la izquierda hay unas fisuras yosemíticas que invitan a tirar para arriba. Mucho más a la izquierda se ve el trazado de la "Cerrutti-Gogna", con multitud de material abandonado, anillos y trozos de cuerdas colgando.  Una primera tirada rocosa y mixta nos informa de lo que es, para algunos, buena calidad de la roca: hay que vigilar a lo que te agarras para no bombardear al compañero o salir volando con un bloque. La segunda, ya con pies de gato, no difiere demasiado, salvo por sus regulares pasos desplomados y la presencia de verglass que complica la progresión. Así, buscando lo más evidente pero errando en la instalación de una reunión por cinco metros que nos obligan a movernos en horizontal a la derecha, nos encuentra la tarde en la gran terraza diagonal donde descansamos la primera noche. Las dudas sobre el lugar más cómodo o, mejor dicho, menos incómodo, nos hacen movernos varias veces para terminar en el primer sitio que habíamos visto. 

Se acerca el momento de encender el hornillo y se produce el suceso que ya os he adelantado. El encendedor no funciona y llego incluso a hacer chocar un par de piedras para obtener chispa. Xavi me mira atónito, pero me anima a seguir. Ante mi escasa habilidad vuelvo con el encendedor, que ahora sí responde. El hornillo por fin se enciende. Deseo que no se apague, pero no creo que el gas cunda hasta donde me gustaría tenerlo encendido, que es la misma cumbre. Además no sabría en qué bolsillo guardarlo…



Xavi Mètal en el largo "leproso". FOTO: J.I.GORDITO


Cero en fotografía


No hay como ir acompañado de un fotógrafo para garantizar que las fotos de una gran vía serán mediocres. Y es que, en casa del herrero, cuchillo de palo. Había pensado subir dos cámaras, una réflex y una compacta, que llevarían el segundo y el primero, respectivamente. El peso me hizo descartar la segunda cuando no lo debería haber hecho. Entre la ropa, una máquina pequeña no se nota y garantiza tener imágenes de relativa calidad en los momentos en que sólo me atrevía a decir: ¡qué foto tienes, Xavi! 

La réflex salía de la mochila en contadas ocasiones, y menos mal porque los dos rollos adicionales que tenía previsto subir se quedaron, con las prisas (y por ese afán reductor de peso), en el coche. 

Ahora estábamos recién salidos de la funda de vivac y, cómodamente, me podía permitir el lujo de captar unas cuantas imágenes de mi compañero en uno de los largos clave de la ruta. Piola y Steiner lo graduaron de VI (6b) y, sin ser extremo, sí resultaba muy expuesto y costoso de asegurar. Era necesario establecer una cuidada estrategia de progresión por esa roca afectada de lepra para no tener una caída de fatales consecuencias. Después la dificultad bajaba para volver a subir en un terreno de mayor calidad, con fisuras atléticas y placas de pequeños agarres, bajo los impresionantes techos finales. Lo más penoso era remontar las mochilas que, ayudado de un pequeño polipasto compuesto por un bloqueador y una polea bloqueadora, el primero recuperaba desde la reunión y el segundo, detenido en mitad de muchos pasos del largo, ayudaba a izar y desenganchaba con la depurada técnica de la "fuerza bruta". El último largo de roca difícil empezaba en un desplome atlético, para seguir en horizontal a la izquierda por unos viejos clavos que era necesario afianzar a golpe de martillo con las manos en pequeñas "ñapitas". Así y todo, y contemplando que los aperturistas marcaban 6b/A2 en este largo, sólo hicimos 2 pasos de A0 que, sumados a otro más abajo, dan un total de 3. En el largo 16, además, utilizamos un clavo como punto de reposo. 




Punto en que se encuentran las vías "Freedom" y la "Piola...", justo antes del último tercio mixto que conduce a la cumbre. FOTO: XAVI MÈTAL/COL. J.I.G.






Xavi, no te caigas


Nos encontrábamos a un largo del comienzo del terreno mixto que lleva hasta la arista Zmutt. Era fácil técnicamente, pero discurría por terreno jalonado de bloques sueltos. En la reunión nos pusimos de nuevo las botas y los crampones y empuñamos otra vez los piolets. En un terreno que creíamos dominar me atreví a salir de la reunión con muy poco material. A mitad del largo se me había terminado casi todo y me encontraba en una sección técnica en que era necesario ganchear fisuras invertidas con el piolet y donde los pies perdían cada segundo, por efecto de la lepra, sus apoyos. Los anillos de reunión sirvieron para ser introducidos en el ojo de dos clavos que milagrosamente aparecieron en la roca, y los mosquetones de seguridad hacían las veces de conectores para pasar la cuerda. Ya anocheciendo me vi en mitad de un mundo de bloques sueltos capturados por la nieve, sin fisuras donde meter nada y sin suficiente espesor para colocar un tornillo. A pesar de todo empleé uno corto que introduje tres centímetros, lo reforcé con un clavo que martilleé en la tierra congelada, triangulé bloqueando ambos elementos y grité a Xavi: ¡sube, pero no te caigas! 

Él subió tranquilo, haciendo gala de la confianza que teníamos el uno en el otro y que nos ha permitido subir y bajar de una montaña tan exigente. Demostrando que, para cualquiera de los dos, lo importante no es escalar tal o cual vía, sino escalar “con”. Porque muy por encima de apuntarnos vías de contrastada reputación, creemos en la amistad y no tenemos prejuicios en reconocer que hemos cambiado muchos itinerarios que hubieran adornado nuestro historial por una ascensión sencilla en el Pirineo o la Sierra de Gredos con la gente a la que queremos. Eso, para los dos, también forma parte de nuestra formación como alpinistas y como personas. 

Pero volvamos a la historia con la que estábamos. Comenzaba a soplar un fuerte viento y la repisa de vivac no aparecía. Por fin, Xavi la encontró y empezó a asegurarla. Instaló un clavo y la bombilla de su linterna se fundió. Completó el equipamiento y, ya juntos, de la misma manera que lo hubieran hecho dos niños traviesos, tiramos una enorme piedra al vacío para hacer más cómodo nuestro sofá. Nos vimos con la espalda apoyada en la pared y los pies colgando, pero con una magnífica vista del valle. Era el día del orgullo Suizo y los fuegos artificiales, y las llamadas que nos hacían los amigos desde el camping, nos alegraron aún más. Peleándonos con el encendedor conseguimos que, tras varios millones de intentos, el hornillo se encendiera. Casi no quedaba gas, pero pudimos cenar un caldo y llenar las cantimploras. Al día siguiente acabaría lo malo.


Me daba en la nariz…


No pegamos ojo a causa del viento y el frío y, para colmo, el combustible se acabó al fundir la nieve. El agua estaba helada, pero al menos hidrataba. Durante la noche acabamos casi todo el líquido y sólo quedaba medio litro que rematamos al llegar a la arista Zmutt, dos largos después. 

La llegada a la cumbre se hizo pesada por culpa del cansancio acumulado, pero no dejamos de sonreír y de hacer chistes del tipo "ha habido que echarle un par de narices ¿verdad?" "Sí, pero a mí me daba en la nariz que la hacíamos".

Mientras Xavi buscaba cobertura y no sabía si decantarse por el operador italiano o suizo moviendo su teléfono de una vertiente a otra, yo hacía insinuaciones tipo Gila que nos hicieron ganar un traguito de agua de una cantimplora con tubo flexible. Bueno, las caras de sedientos más que las insinuaciones, pues el francés al que se las hacía seguro que no entendía la razón por la que repetía en voz alta: ¡alguien tiene agua y se la piensa beber solo! 

Por debajo del refugio Solvay, la gran montaña leprosa quiso despedirse de nosotros con una tormenta eléctrica que puso otra vez a prueba nuestros nervios. En mitad del laberinto unos alpinistas del Este de Europa avanzaban tan lentamente que parecía que la granizada no iba con ellos. La maniobra de adelantamiento fue complicada, pero llegamos al refugio hora y pico antes que los susodichos tunantes. 

En Hörnli deberíamos parecer otros. No porque esta ascensión hubiera transformado profundamente nuestros corazones o por la enorme capa de roña que tenían nuestros cuerpos. Éramos los que habían escalado la Nez de Zmutt, y parecía que eso era suficiente para que los guías nos mirasen con respeto y los empleados del refugio nos atendieran como en el mejor restaurante de Ginebra. Y lo que no sabían, es que, en el fondo, seguíamos siendo los mismos que, con cara de pardillos y pinta de subir por la normal, salieron en medio de la noche sólo tres días antes.


José Isidro Gordito




FICHA TÉCNICA

Cervino 4478 m. Cara Norte. Nez de Zmutt  Vía: "directísima Piola-Steiner" La "Piola-Steiner" es una vía completa con una primera parte glaciar, una segunda rocosa y una tercera mixta, que alcanza el final de la arista "Zmutt" y con ella la cumbre italiana (4.477,7 m.) del Cervino. Desde allí puede proseguirse a la cumbre suiza para descender por la "arista Hörnli", o bien bajar hacia Italia por la "arista del Lion". Los primeros ascensionistas, y otros repetidores de la ruta, la han completado tras tres vivacs.  El compromiso es alto, las caídas de piedras son frecuentes y, por la configuración de la pared, una maniobra de rescate que comporte una evacuación por accidente puede resultar sumamente difícil.  1ª ascensión nacional: 31 de julio, 1 y 2 de agosto de 2001 por Xavi Mètal y José Isidro Gordito.  Dificultad: ED+ (90º M5 6b/b+ A0, o 90º M5 6b/A2, como marcaron sus aperturistas). Total: aproximadamente 1200 metros de recorrido hasta la cumbre.  Aproximación: Desde el refugio Hörnli, atravesando el glaciar Matterhorn hasta el contrafuerte delimitado por la "arista Zmutt". La doble rimaya y la goulotte son bien visibles (conviene aproximarse el día anterior y, si no hay huella, trazarla para no perderse en la noche).  Material necesario: equipamiento personal en el que deben incluirse pies de gato y material de escalada en hielo, 10 clavos variados, 3 a 4 tornillos de hielo, 1 juego de empotradores (no imprescindible), 1 juego de friends (nosotros usamos Camalots hasta el número 3), 1 juego de microfriends, piolet y martillo piolet, 10 a 12 cintas disipadoras, 1 polea bloqueadora y algún bloqueador adicional, material de vivac (aconsejable un saco ligero). También puede venir bien un petate transformable en mochila y una cuerda auxiliar. 

J.I.G. 










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